TRAJE LOCAL Y FOLCLÓRICO DE BUNIEL

 A lo largo de los siglos XVII y XVIII los habitantes de Buniel establecen de forma insconsciente la vestimenta que actualmente es conocida como traje regional o folclórico del municipio.

 Esa manera de vestir queda reflejada por mediación de Don Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), gran jurisconsulta, estadista y polígrafo.

 Buniel ha tenido la suerte de ser uno de esos lugares en los que se fijó la pluma de este reconocido escritor, quedando grabado el vestir de nuestros antepasados, así como el de otros tantos pueblos de España,  en nuestro caso así lo dejó escrito en uno de sus diarios de sus viajes a su paso y hospedaje en Buniel:

 "Usan las mujeres casadas unas todas que se componen de un casquete de cartón de un medio palmo de diámetro, forrado en bayeta encarnada, al canto de un siñón (moño) de lana negra que forma como un turbante de un palmo de diámetro este se viste con una pieza de beatilla de ocho a nueve cuartos de largo; se comienza a rodear por la izquierda, cayendo a parte de afuera del moño como nos cuatro dedos y se va desprendiendo alrededor del casquete con alfileres. Cubierto todo, la tela que le ha rodeado se coge por la parte interior en pliegues muy menudos, que vienen a parar al centro del casquete; la tela que queda se coge a lo largo de pliegues también menudos, como diez o doce, que también van cogidos y el resto de la tela, que será como media vara, forma un cuadrilongo que se colocas en triángulo al centro del casquete con una alfiler gordo, regular y a los dos lados del casquetes con dos alfileres de plata, de cabezas muy gruesas afiligranadas de la que van pendiente una cinta de terciopelo negro de una tercia; la punta larga restante de la beatilla cae por detrás de la cintura".

 El Hombre:

 - Pantalón y chaqueta, marrón claro.

 - Gorra, marrón claro con franja azul.

 - Faja, marrón clara.

- Calcetines, azul claro tirando a pálido.

- Camisa blanca.

- Manta blanca, con franjas grandes en marrón oscuro.

- Zapatillas en marrón oscuro.

Para el hombre se puede decir que se identifica más que nada con el sayal. La prenda más utilizada era la anguarina y el capote o la capa. Hay que reconocer que estas prendas son producto de un clima que exige la protección del frío, viento y lluvia. Se complementaba con la montera, que ya Gaspar Melchor de Jovellanos, al pasar por Buniel a principios del siglo XIX la detecta, pero ya anuncia su tendencia a desaparecer.

Las camisas, que en el siglo XVIII aparecen con grandes cuellos, que vienen de Flandes y que se llamaron valores, fueron dando paso al cuello pequeño que perduró hasta nuestros días.

Una prenda que aparece curiosamente son los pares de mangas, que se supone se utilizarían para ahorrarse una camisa.

Llevaban también los sayuelos, que llegaban hasta los muslos y que se abrochaban por la espalda. Aparecen los cintos con cartera, los calzones, medias, polainas y peajes, y para los pies, la prenda que aparece con más profusión es la abarca.

Y como nota curiosa de un inventario de 1795, vemos prendas con una denominación en la que aparece una influencia francesa manifiesta: las enaguas, el rodapiés, la cotilla de seda, y :hasta un "desabillé".

La Mujer:

Los colores más utilizados aparte del negro, condicionante del luto, eran el azul, el verde, el encarnado, el leonado, el rojo y el pardo.

- Vestido marrón claro, con una franja marrón oscura.

- Delantal verde, con dos frajas verdes anchas.

- Camisa blanca.

- Pañuelo marrón oscuro.

- Velo blanco.

- Toquilla marrón oscuro.

- Gorra y calcetines rojos.

- Zapatos marrones oscuros de carrete.

- Cabeza: Moño de rodete bajo.

- Toca: casquete de cartón forrado de bayeta encarnada rodeándole con un rollo de lana negra, lleva el casquete un reborde fruncido de tela blanca muy fina que debe sobresalir unos cuatro dedos y se continúa plegando con pliegues menudos sobre el casquete en forma triangular, el central de mismo se sujeta con un alfiler regular y los vértices laterales se cogen con alfileres de cabeza gruesa, de plata afiligranada de los que pende una cinta de terciopelo de dos centímetros para atar a la barbilla, el resto de la tela sobrante cae en forma de cuadrilongo por la espalda hasta la cintura.

- Tronco: Camisa burgalesa de lino, jubón bastante escotado, casaqueta con varios pliegues cruzada en la cintura por delante, tipo dengue.

- Caderas: Falda cerrada de rayal marrón oscuro con dos grandes alforzas (lorzas) horizontales, delantal largo y amplio, de color indiferente pero generalmente oscuro de sarga ordinaria.

- Piernas: medias blancas o preferentemente rojas, zapato negro de carrete.

- Aderezos: De coral, tanto collares como pendientes.

Cuando el jubón es abierto, se abrocha normalmente con broches metálicos; al dejar al descubierto la abertura del pecho era necesario cubrir la camisa y para ello se usaron dos prendas colocadas entre esta y el jubón: el justillo y el mantón amarillo.

Las mujeres casadas llevaban una "casaquera con muchas faldillas" que viene a ser una especie dengue asturiano y gallego pero con variantes.

Por lo tanto, podemos resumir que en la mujer las prendas más usadas eran las sayas, que podían ser de cuatro clases: la normal, la encimera (la más cara y más resistente), la bajera y la saya de cuerpo y ruedo. El jubón, que podía ser de tela fuerte para diario, y de cambra, seda o Toledo para los días de fiesta. El delantal: prenda complementaria, pero imprescindible que defendía las sayas. Las almillas o armillas, las camisas de lino y las mantillas.

Complementaban esto, con los rebozos (Lope de Vega en su Burgalesa de Lerma le pone un rebozo de argentería). Las cofias, los tocados, las tocas, y para abrigo llevan el manto que si era de paño costaba 31 reales y si era de tela de Segovia 110 reales. No aparecen en estos inventarios las pelerinas, que aparecen a finales del siglo XIX.

EN EL PECHO LA CAMISA Y CHAMBRA

En principio la camisa era la prenda de lienzo que se ponía sobre la piel y la chambra era la prenda de lino, algodón o cotanza que, encima de la camisa se dejaba ver al exterior. La costumbre ha ido identificando las dos prenda y terminó denominándose de una u otra forma por haberse eliminado una de las dos, ésta prenda es muy importante en el vestuario, por darle toda la autenticidad que se merece este traje regional.

EN LA CABEZA LA MONTERA

José María González Marrón, estudioso de los trajes regionales y especial conocedor de los de la Provincia de Burgos, en relación con el atuendo que se llevaba en la cabeza, su artículo  para la Revista Folklore Divagaciones sobre el vestir en Burgos” editado en el año 1983, nos dice que los hombres en la provincia de Burgos han llevado la cabeza siempre cubierta y aún se mantiene este uso con la popular boina, pero la prenda primaria para cubrirse fue tradicionalmente el pañuelo, que se ha conservado hasta la entrada del siglo XX, bien cubriéndose toda la cabeza con la lazada atrás para el trabajo o bien en forma de banda atada a un lado para danzar. Estas manifestaciones se pueden comprobar viendo diversos grabados de Villa-Amil y el cuadro del pintor burgalés don Marceliano Santa María.

Un sombrero, no por menos utilizado menos burgalés, es el llamado por Don Anselmo Salvá en su libro "El día del Señor en Burgos" el sombrero de "Velludo" y que es el hermano de los que con más significado se han conservado desde Salamanca hasta Murcia y que con variantes aparecen hasta en las serranías andaluzas. Es de ala ancha rebordeada y la copa ligeramente troncocónica adornada con dos pompones de seda. En Burgos usa este sombrero desde 1898 uno de los personajes más populares y representativos de nuestra capital: el "Gigantillo", diseñado por el pintor burgalés de la época don Evaristo Barrio.

Pero fue la "montera", otra prenda burgalesa olvidada actualmente, la más usada por los vecinos de Buniel. Se trata de especie de bonete con rebajo arqueado en la parte izquierda y todo él rebordeado con jalón diferenciado; solía ser de sayal (pura lana churra). De ella habla Don Gaspar Melchor de Jovellanos cuando al pasar cerca de Burgos la detecta en Buniel. Esta es la prenda que con más frecuencia se ve representada en dibujos y litografías del prototipo burgalés de finales del siglo XIX y principios del XX.

INFLUENCIA EN OTROS TRAJES REGIONALES Y EN LA CORTE DE MADRID

La vestimenta de Buniel tubo su grado de importancia sobre aquellos años en la forma de vestir, tanto fue así que a raíz de que Jovellanos publicara sus escritos referentes a la vestimenta de Buniel, muchos pueblos de la provincia burgalesa tomaron su referencia y se hicieron grandes variantes de esta forma de vestir.

Nuestro traje local folclórico aún hoy es poco conocido, pero su influencia fue muy importante en la confección de muchos trajes regionales de la provincia de Burgos.

En el siglo XIX, tiene fuerte impulso con la influencia de los trajes burgaleses que llevaban las amas de cría en la Corte de Madrid.

Se puede comprobar las facturas realizadas en el Palacio Real del año 1817 algunas dicen así:

"... por confección de ocho camisas de a la burgalesa por 24 reales cada una..." o "... primeramente ocho camisas de mujer a la burgalesa de cotanza por 26 reales cada una..."

La influencia de los trajes de Burgos y su alfoz llegó a la Corte de Madrid, donde quedaron entusiasmados por tal vestimenta y mandando que fuese el utilizado por las “amas de crías”.

Confeccionando una lista de sesenta y siete personas para que mostrases sus trajes, precisamente dos señoras fueron las elegidas por la Corte de Madrid para tomar finalmente la información de sus trajes, María Martínez y Ángela Arnaiz se llamaban, eran nativas de Buniel, ellas pasaron a la historia por sus trajes regionales locales.

Fuentes:  Leoncio Pérez Merino.

                José María González Marrón